Diversos trenes de ancho ibérico, internacional, métrico; con tracción eléctrica, diesel, vapor, autopropulsados; viejos tranvías y modernísimos tranvías; un funicular,… son algunos de los medios de transporte ferroviarios que un grupo de ASAFAL ha podido disfrutar durante los días 1, 2, 3 y 4 de mayo de 2009 en el viaje organizado al País Vasco.
Entre Almería y Bilbao, con transbordo en Madrid Chamartín, el Talgo IV con la locomotora 334 diesel y en el S-130 “Patito”, autopropulsado eléctrico, de rodadura desplazable, a través de la línea de alta velocidad entre Madrid y Valladolid, continuando por la convencional hasta llegar a Bilbao e incluyendo el desacoplamiento de la rama de Irún- Hendaya en Miranda de Ebro.
La espectacular vidriera de la estación de Bilbao-Abando da la bienvenida a todos los visitantes y, ya en la calle, aparece el primer tranvía circulando en dirección a Basurto, anticipo de lo que quedaba por llegar; pero, una vez acoplados en un hotel cercano, lo primero que había que hacer era tomar contacto con los famosos pintxos y el txacolí, imprescindible por estas tierras.
El sábado estaba previsto viajar hasta la localidad de Azpeitia, en Guipúzcoa, donde se localiza el Museo Vasco del Ferrocarril. Así pues, había que coger el tranvía en la parada de Abando hasta el final del trayecto, junto a la estación de Atxuri o de Ferrocarriles Vascongados. El edificio de viajeros llama poderosamente la atención por tratarse de la recreación de un caserío vasco y encontrase perfectamente encajado junto a la ría.
Un electrotrén Bilbao – San Sebastián, con ventanillas que pueden bajarse, espera a los viajeros en los pequeños andenes, pues los trenes de vía métrica parecen de juguete. Esa posibilidad de bajar las ventanas ofrece la ventaja de poder hacer fotografías y grabar en vídeo sin el engorro de los reflejos del cristal, pues el recorrido hasta la bella localidad de Zumaya es espectacular, entre ríos, montañas, verdor por todas partes y, cómo no, muchos trenes. Durango, Ermua, Eibar, Elgoibar son algunas de las paradas.
Como la línea del ferrocarril del Urola (Zumaya-Zumárraga) se cerró allá por 1986, para llegar a Azpeitia hay que tomar un autobús del mismo ferrocarril vasco en Zumaya-empalme, aunque puede hacerse en cualquier parada del pueblo. Esto permitió al grupo visitar esta hermosa y cuidada villa marinera, en donde perdura totalmente restaurada la estación de Zumaya-villa o del puerto.
Ya en Azpeitia y, tras una buena comida, la visita al Museo Vasco del Ferrocarril, dedicado a la vía estrecha y un ejemplo de lo que debe ser un verdadero museo ferroviario. Casi todo el material expuesto está en orden de marcha, desde una locomotora hasta la maquinaria del antiguo taller de reparaciones. Y es que no hay nada más didáctico para conocer el funcionamiento de los antiguos tranvías que subir a uno de ellos en movimiento, o realizar un trayecto en un tramo de vía recuperada subido en un tren histórico con tracción vapor que bordea el río Urola. Insuperable. En la estación de Lasao se ubica una parada del bus para regresar hasta Zumaya y, desde aquí, retornar a Bilbao en el mismo tren de la mañana.
El domingo estaba previsto un recorrido turístico por la capital vizcaína y sus alrededores. El primer punto fue Portugalete, para lo que fue necesario tomar un tren de cercanías de Renfe hasta la estación del mismo nombre. Una visita a la restaurada estación de La Canilla, hoy oficina de información turística, muy próxima al famoso puente colgante, patrimonio de la humanidad, que une Portugalete con la villa de Getxo. Resulta espectacular subir por una de las torres y pasear por la viga central, desde donde se contemplan unas vistas excepcionales de la ría y, como no, del paso de los barcos. El retorno en la barquilla suspendida por gruesos cables de acero, en donde se transportan hasta los automóviles, es sensacional.
Hora de comer y retorno en un tren de cercanías hasta la estación de San Mamés, junto al campo del mismo nombre del Athletic de Bilbao, desde donde un moderno tranvía hace un recorrido por la margen izquierda de la ría, lugar donde en otro tiempo no había más que industrias y contaminación, hoy reconvertido en espacios de paseo y arbolado. Cruzando el famoso puente de Calatrava, el Zubizuri, un funicular llevó al grupo hasta el monte Artxanda, un lugar espectacular para contemplar toda la ciudad y poder comer bien.
Una visita al museo Gugenheim y un recorrido por el ensanche decimonónico y el casco viejo completaron un día para no olvidar.
Ya solo quedaba regresar a Almería en los mismos trenes que a la ida y pensando en el viaje del próximo año.