CINCO DÍAS

José Miguel Muñoz. Madrid.
La última explotación de mineral de hierro de España, en Alquife (Granada), finaliza su liquidación a los cuatro años de cerrar por las pérdidas acumuladas.
La última mina de hierro de España termina sus días subastada a trozos en un juzgado. Ubicada en el pueblo granadino de Alquife (Granada), tras paralizar su actividad en 1996, agobiada por las deudas, se vio abocada a un largo proceso de liquidación que está finalizando ahora con la subasta judicial, hace una semana, de los últimos de sus activos para que los mineros puedan recuperar parte de sus sueldos e indemnizaciones.
La última empresa que explotó el yacimiento, la Compañía Andaluza de Minas (CAM), se constituyó en 1929, participada por el Banco Hispano Americano, el Banco Urquijo y el grupo Imetal. Abandonó la extracción subterránea e inició la explotación a cielo abierto, ya que el mineral afloraba en los montes de la zona, a los pies de la cara norte de Sierra Nevada. Las extracciones llegaron a originar un hoyo de un kilómetro y medio de diámetro y 200 metros en vertical de profundidad.
La CAM convirtió Alquife en la principal mina de hierro de España y la única a cielo abierto de Europa. Su mineral iba destinado a la siderurgia nacional (Ensidesa, Altos Hornos del Mediterráneo) y a países como Holanda, Francia, Rumania y Alemania.
La empresa obtuvo su máxima producción en 1985, con 3,7 millones de toneladas, y una facturación de 3.500 millones de pesetas. Precisamente ese fue también su último año de beneficios, 187 millones. La CAM pasó de los 187 millones de beneficio en 1985 a los 508 de pérdidas un año después. A partir de ahí, la empresa entró en un pozo tan profundo como sus excavaciones.
Un año antes, en 1984, comenzó a trabajar en la mina Juan Tomás Carmona, uno de los empleados que, desde el comité de empresa, más ha luchado por evitar su cierre
“Pero los trabajadores no nos acabábamos de creer la situación porque la actividad seguía con normalidad y los directivos no tomaban ninguna medida para atajar la situación”, recuerda Carmona.

Origen de la crisis
Para los gestores de la CAM, las pérdidas llegaron por la crisis siderúrgica mundial y española y por la depreciación del dólar -moneda en la que se pagaba el mineral-, lo que convertía en excesivos sus costes de explotación y transporte. El mineral se llevaba por tren hasta Almería para embarcarlo.
Carmona añade a estas causas una deficiente gestión: “La empresa mantenía costosas estructuras administrativas en Almería, donde sólo tenía el embarcadero de mineral, y Madrid”. “Era una empresa colonial”, dice. “Los cargos intermedios -los principales directivos estaban en Madrid- gozaban de numerosos privilegios, empleaban la maquinaria y el personal para sus propios negocios”, explica.
En esos años, el control de la Compañía Andaluza de Minas pasó por varias manos -la francesa Peñarroya y la australiana Golden Shamrock-, hasta que en 1992, el Hispano y la firma australiana abandonan la sociedad, que queda en manos de cinco directivos.
Las sucesivas reducciones de capital no lograron enjugar las crecientes pérdidas -de 2.000 millones de capital se pasó en unos años a menos de 400- y la CAM acabó en suspensión en 1996, con 1.785 millones de pasivo exigible y con el cierre de la mina, al no pagar los gastos de electricidad.

Un camino agónico hacia la liquidación
Desde que se paralizara la explotación en 1996, las minas de Alquife han vivido un proceso agónico. La Junta de Andalucía intentó poner en marcha un plan de choque para reiniciar la actividad en el que se preveía el traspaso de las acciones a los trabajadores, agrupados en una SAL (sociedad anónima laboral) y una importante quita de deudas de los acreedores, entre los que se encontraban las propias administraciones, que en los últimos años destinaron más de 4.000 millones en ayudas a la compañía.
Sin embargo, todo fracasó, a pesar de la vital importancia de la explotación para la comarca, ya que la mayoría de su población activa dependía de la mina -casi 300 trabajadores directos y 1.200 de la industria auxiliar- e incluso la agricultura de la zona se beneficiaba de las aguas subterráneas que se bombeaban en las perforaciones. Los acreedores renunciaron, pero los directivos se negaron a ceder las acciones a los mineros, ya divididos, e incluso la Junta no llegó a ejecutar sus compromisos adquiridos.
La empresa despidió a todos los trabajadores, que se convirtieron en acreedores preferentes de la sociedad, ya en camino inexorable hacia su liquidación, dado que la vuelta a la actividad extractiva quedó descartada por inviable, a pesar de que aún queda mineral hasta 2010. El año pasado se subastó el embarcadero de Almería, que fue a parar a los 150 mineros de la SAL. Hace una semana se subastó la mayoría de activos de la mina (maquinaria, terrenos), que se adjudicó el resto de mineros no acogidos a la SAL.

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