Editorial: Ferrocarril y patrimonio
El ferrocarril se debate desde hace algún tiempo en una situación paradójica: otea el horizonte y revisa su pasado. Bien es cierto que pone más interés en lo primero que en lo segundo. Lógico, por otra parte. A todos nos interesa mucho conocer cual es el presente y futuro de la política ferroviaria de nuestro país, de nuestra comunidad o de nuestro entorno más próximo. De este modo entramos en los debates y controversias sobre las actuaciones que se realizan: modernización de los servicios, apuesta por líneas de alta velocidad, repercusión en los tiempos y en los costes de viaje, y un largo etcétera al que los medios de comunicación nacionales y locales contribuyen de modo intenso con noticias, informaciones, reportajes y opiniones que, aunque muchas veces nos confunden, son muestra palpable de lo relevante del ferrocarril en estos momentos. En todo este debate, plagado de proyectos e ideas en algunos casos irrealizables, hemos de tener presentes los largos tiempos de maduración de este tipo de inversiones que son muy costosas y que están teñidas de un fuerte componente político. De aquí al medio plazo se diseñarán y construirán las infraestructuras de transporte de nuestro ferrocarril en el siglo XXI.
Sin embargo, este vivo debate e interés en los proyectos y realizaciones del futuro, no se corresponde con la atención que muestra la sociedad por el legado patrimonial del ferrocarril. Realmente, este tema es accesorio en el debate principal. La cuestión del patrimonio histórico está muy bien, pero si molesta, sencillamente se tacha de locura y se obvia. En realidad se ve al patrimonio histórico como una cuestión incómoda, que puede frustrar planes, y que sólo se contempla si su incidencia sobre los proyectos del futuro es mínima, o nula. Este síndrome de “china en el zapato” tiene amplia difusión entre las fuerzas políticas, casi de modo unánime, y no encontramos estudios y apuestas decididas por la preservación del patrimonio histórico ferroviario, e industrial en general, en los principales partidos políticos ya que, se considera, en algún momento pondrán en peligro los proyectos que éstos anuncian a bombo y platillo en sus programas políticos. De la protección del patrimonio histórico nada se sabe, al menos antes de las elecciones. Después, son un arma eficaz para arrojar al contrario, pero no existe creencia en ello, por lo que está condenado al fracaso.
Desde ASAFAL se vienen planteando ambas cuestiones con la misma intensidad. Defendemos la necesidad de un ferrocarril mejor para nuestra provincia y su entorno, pero también creemos firmemente en la defensa del patrimonio histórico ferroviario que, a pesar de los problemas legendarios del ferrocarril en Almería, ha trasmitido elementos e historia de un gran valor.
Que el ferrocarril en Almería está mal, es evidente. Tenemos una de las medias de velocidad comercial más bajas del país, sólo 80 km/h, cuando la mayoría de las capitales de provincia alcanzan los 100 km/h y ya se han sumado a la alta velocidad ciudades, además de Madrid, como Sevilla, Córdoba, Ciudad Real, Málaga, Guadalajara, Zaragoza, Lérida, Huesca, Tarragona y Toledo, en las que los trenes alcanzan velocidades comerciales de 200 km/h. Nuestro tren llega sólo al 40 por ciento, en términos de velocidad y servicios, de esas ciudades. Y es que el ferrocarril en Almería, que sólo llegó a finales del siglo XIX, cuando la mayoría de capitales del Estado ya disponían de él desde hacía varias décadas, ha tenido una presencia muy deficiente en nuestra provincia. Sus inversiones así lo atestiguan: durante el siglo XIX, la inversión en ferrocarriles en nuestra provincia fue del 87 por ciento de la media andaluza y el 92 por ciento de la media española. Estos datos no están mal. Sin embargo, durante la primera mitad del siglo XX se fraguó un retraso clamoroso: en Almería sólo se recibió el 34 por ciento de las inversiones de otras provincias andaluzas y un 30 por ciento de la media nacional. La segunda mitad del siglo XX aún fue peor, lo que nos ha llevado a la situación actual, que no es, por tanto, una mera casualidad: entre 1951 y 1997, Almería sólo ha recibido un 35 por ciento de la media andaluza en materia de inversión ferroviaria por parte del Estado, y apenas ha llegado al 26 por ciento de la media española. Estas cifras, tomadas de la Fundación BBVA, explican claramente las consecuencias de obsolescencia y claro fracaso del sistema ferroviario en Almería. Es evidente que la reivindicación está plenamente justificada y, sobre todo, no se entiende que la clase política no haga defensa manifiesta de esta situación. Salvo que no la conozca.
Si el fracaso inversor es evidente, el estado del patrimonio histórico es todavía más lamentable. La situación actual en el estudio, protección y defensa del patrimonio ferroviario en Almería es de un auténtico páramo. No existen ni planificación ni proyectos de salvaguarda de este legado histórico, el cual está constantemente hipotecado por proyectos de alta velocidad que todavía son sólo avances, sin apenas concreciones. Los trazados ferroviarios del siglo XIX, de las líneas de Linares a Almería y de Almendricos a Baza, y la multitud de líneas mineras que se construyeron en el levante y el norte de la provincia; los viaductos y puentes metálicos y de fábrica que jalonan la difícil orografía de estos trazados; sus estaciones de ferrocarril, desde la singular de la capital, que se muere un poco todos los días, a las construcciones seriadas, típicas de la industrialización, de las que también a diario recibimos información de su paulatina demolición; los elementos inmuebles como aguadas, depósitos y muelles que se arruinan y desaparecen sin solución de continuidad; los aparatos y artilugios móviles como grúas, vagones y locomotoras sobre los que nadie presta atención (desde el año 2000 yace en las proximidades de la estación de Almería una grúa de polipasto de 1899 achatarrada, sin que nadie reconozca su valor histórico); el potencial de los trazados ferroviarios abandonados como futuras vías verdes que se difuminan en discusiones partidistas y locales, perdiendo su ámbito general y desapareciendo una oportunidad única de dotar de unos caminos naturales al singular paisaje almeriense, una riqueza que defender y que descubrir.
El vacío es la respuesta habitual a estas cuestiones que ha sido planteada en multitud de foros, a partir de iniciativas de ASAFAL que apenas si tienen alguna atención por parte de aquellos que podrían hacerlo.
Como hemos visto, la situación actual del ferrocarril, como medio de transporte eficiente para la sociedad almeriense, es negativa, pero también lo es, y de modo especialmente grave, la situación del patrimonio histórico ¿No haremos nada por evitarlo?