En una vaguada cerca de las cumbres de la Sierra de Gádor, hemos tenido la oportunidad de identificar los restos de una antigua fundición de plomo, de la que no nos consta que haya sido estudiada, ni tan siquiera localizada con anterioridad.
Durante la primera mitad del siglo XIX fueron numerosas las instalaciones metalúrgicas repartidas por todos los parajes de esta sierra, de mayor o menor porte, pero de gran parte de ellas se ignora su ubicación exacta, habida cuenta del tiempo transcurrido, y de lo precario de su construcción.
Sin embargo, lo que más nos ha llamado la atención en este caso particular, es la forma de la galería de condensación, con unas características que se alejan de la configuración típica de las fábricas contemporáneas, y cuyo fundamento no alcanzamos a interpretar.
El Calabrial es un paraje situado en el centro de la Sierra de Gádor, dentro del término municipal de Felix, a unos 1.500 metros de altitud, donde el terreno se suaviza antes del ascenso a las cumbres más altas. El Barranco de la Fuente de Molina divide al Calabrial en dirección norte a sur, encontrando en la vertiente oeste una serie de inmensas escombreras correspondientes a minas de plomo. Frente a ellas, al otro lado del barranco, es donde se encuentran los restos de la fundición.
Para identificar la Fundición hemos recurrido a las declaraciones de los empresarios fundidores de la Sierra de Gádor entre 1835-1841, recogidas por Miguel Ángel Pérez de Perceval en “Fundidores, Mineros y Comerciantes” (1984). En la tabla de la página 104 consta la existencia de una fundición en Felix denominada “Fuente de Molina”, a nombre de Laureano Llanos, que sólo se muestra activa entre 1837 y 1841. Entendemos que se trata de esta la fundición encontrada, pues las otras fundiciones imputadas a Felix tienen el nombre de otros parajes alejados del que nos ocupa.
Las primeras instalaciones de beneficio, tras la eclosión de la minería alpujarreña hacia 1820, fueron muy rudimentarias, los denominados “boliches”, repartidos por toda la sierra. Poco a poco estos fueron desplazados por verdaderas fundiciones, como la de San Andrés, en Adra, pero también otras en puntos del interior. Estas últimas proliferaron especialmente a partir de 1836, cuando los precios del plomo remontaron tras unos años de estancamiento. Sin embargo, su existencia fue efímera pues utilizaban combustible vegetal, principalmente esparto y leña de encinas, y este empezó a agotarse, por la sobreexplotación. Se decía que, al principio, las fundiciones se situaban allí donde había minas, mientras que al final del ciclo minero del plomo, se ubicaban allí donde quedaba leña. Finalmente, los únicos establecimientos que sobrevivieron fueron los cercanos a la costa, que se podían abastecer fácilmente de carbón.
Volviendo a nuestra Fábrica de la Fuente de Molina, cabría pensar en la relación entre la situación de esta y las minas ubicadas frente a la misma. No obstante, dos hechos nos hacen pensar que no es así. Por un lado, la magnitud de las labores de estas minas no se corresponden con lo exiguo de la escombrera de herruras de la fundición. Por otro lado, se ha conseguido identificar a tales minas como la San Miguel, Sorpresa, Casualidad y San José Segundo, registradas todas ellas en la segunda mitad del siglo XIX, un momento en el cual las viejas fundiciones del interior de la sierra ya hacía tiempo que habían dejado de funcionar.
Sí que existen otras minas cercanas, aunque más dispersas y con escombreras de menor porte, que podrían haber abastecido en su momento de mineral a la fábrica. De hecho, hemos identificado la existencia de algunos registros mineros simultáneos a la época de actividad metalúrgica en el paraje, alguno de los cuales efectuado precisamente por Laureano Llanos, el titular de la Fundición (mina “Pantomima”).
La figura de Llanos es muy sugerente, como paradigma del adinerado hombre de negocios y político almeriense del siglo XIX, mereciendo al menos una somera semblanza. Nacido en Berja en 1800, todo el devenir de su familia va a ir ligado al bando progresista. Su padre fue un afrancesado que, tras regresar del exilio en 1820, se enriqueció rápidamente con la minería de Gádor. De la turbulenta juventud de Laureano conocemos gracias a la vehemente carta que publica a sus expensas en el B.O.P. de Almería de 27/07/1836, dando cuenta de todos sus servicios en el Cuerpo de Artillería durante el Trienio Liberal (1820-1823), su posterior persecución durante la Década Ominosa, sufriendo encarcelamiento y varios intentos de asesinato y, finalmente, su amnistía y actuación en defensa de la nueva reina Isabel II. En los años 30 Laureano se va a hacer cargo de los negocios familiares, ejerciendo también como administrador de la empresa del arriendo del jabón en el Partido de Almería, (B.O.P. 07/10/1835) y Alcalde de Felix (B.O.P. 09/12/1835). En 1837 es nombrado diputado, precisamente la época en que conocemos la actividad de la Fundición Fuente de Molina.
En 1840 fue tiroteado, resultando herido de gravedad en un brazo (B.O.P. 24/04/1841), y en 1854 formó parte de la Junta Revolucionaria, junto con otros liberales ilustres como Francisco Jover y el mismísimo Ramón Orozco. Fallece en 1859.
Centrándonos en los restos de la Fundición, podemos distinguir una serie de elementos bien diferenciados, todos ellos construidos con piedras calizas del lugar, no habiendo encontrado elementos cerámicos, como ladrillos refractarios.
En el extremo sur se encontraría un horno de pequeñas dimensiones, y del que no ha quedado nada que pudiera identificar su tipología. Alrededor de este se esparce una escombrera de herruras. Algunas de las escorias contienen nódulos de galena, lo que podría ser indicativo de un deficiente procedimiento de fundición.
Del horno parte, en dirección norte, una galería de condensación doble. Este tipo de galerías eran muy comunes en las fundiciones de plomo y su misión era, además de alejar los humos tóxicos, provocar su rápido enfriamiento, quedando restos de plomo en el techo, que podían ser aprovechados posteriormente.
A mitad del trayecto de la doble galería, en su lado derecho, hemos localizado una especie de pequeño serpentín o laberinto que en un rincón tiene una pequeña bóveda. Lo más parecido a esta estructura que hemos podido identificar es la “parrilla” de la Fundición Fuente de Godoy (“El Camino de las Fundiciones Reales”, de Agustín Sánchez Hita), si bien la nuestra es de mucho menor tamaño que esta.
Tras unos metros de recorrido paralelo, ganando altura, ambas galerías se separan describiendo una especie de bucle mediante el cual se acaban juntando. No hemos encontrado ningún otro caso similar, ni adivinamos el sentido que tenía esa configuración del circuito de humos, en lugar del tradicional de galería terminada en chimenea, con más o menos longitud y curvas. Desde la salida del horno, los humos ascenderían por una pendiente continua pero muy suave, desde los 1352 metros de altitud del horno, hasta los 1365 que hay en el extremo más alejado del bucle. En su conjunto, la doble galería cuenta con una longitud total de 442 metros (sin contar el “serpentín”)
Cerca del horno, pero separadas de la galería y el horno, están las ruinas de un edificio auxiliar, del que aún se conserva una ventana. De planta rectangular, mide 28 metros de largo por 8 metros de ancho, y cuenta con varias divisiones interiores.
Del tipo de fundiciones establecidas en el interior, a diferencia de las más avanzadas ubicadas en la costa, se conoce poco. En realidad, vendrían a tratarse de boliches de mayor tamaño y mejor construcción. El tipo de horno solía ser el llamado “del país” o reverbero, aunque también podían contar con hornos castellanos. Esperamos que este trabajo sirva para que alguien pueda aportar más datos que contribuyan al conocimiento más fidedigno de un más que interesante elemento del patrimonio minero almeriense.