ITINERARIO POR SIERRA ALHAMILLA

A muy pocos kilómetros de la ciudad de Almería se levanta una de las muchas barreras montañosas que conforman el paisaje de esta provincia: Sierra Alhamilla. Este era el objetivo del grupo de excursionistas de ASAFAL e invitados en su ya habitual itinerario veraniego, bastante menos duro que el del año anterior por Sierra Almagrera. Para ello nos procuramos unos vehículos todoterreno que hiciesen llevadero el recorrido por esta interesante y minera sierra almeriense.
Nuestra intención era llegar hasta los restos del Cable del Colativí, próximo a la cumbre nombre y situado a una altitud de 1.266 m.
Fue hacia 1902 cuando se creó en Córdoba la Sociedad Minera Cordobesa de Sierra Alhamilla para la explotación de cinco minas de hierro en esta sierra almeriense. Dado la lejanía de un punto de embarque próximo, así como de otros ferrocarriles (Lucainena-Aguamarga o Baños-Almería), decidieron construir un cable aéreo que se adaptaba a lo abrupto del terreno y que, tras algo más de 18 km. llegaría hasta la playa, entre Almería y Cabo de Gata, en donde se habilitó un sencillo muelle para el embarque. La vida de esta explotación fue corta, entre 1903 y 1913 aproximadamente, pues el mineral extraido era de baja calidad, básicamente carbonatos con un contenido en hierro que no superaba el 38%. Así pues, traspasaron sus pertenencias a un grupo financiero y el cable se desmontó.
Así pues, el convoy de vehículos se concentró junto al poblado del Oeste “Mini Hollywood” en Tabernas y, rodeando los decorados cinematográficos, accedimos al camino que nos llevaría hasta la cumbre de Sierra Alhamilla por la cara norte. No hacía demasiado calor, a pesar de estar a mediados de agosto. Con una marcha tranquila, disfrutando del paisaje, comenzamos a ascender por un tortuoso camino con un asfalto muy deteriorado que obligaba a los vehículos a zigzaguear constantemente para no caer en los numerosos agujeros. Creo que hubiera sido mejor un camino de tierra por ser menos traicionero.
Si al inicio de la ascensión el terreno era árido y de matorral semidesértico, el panorama cambió radicalmente cuando alcanzamos los 1.000 m. de altitud: ¡un bosque de pinos y encinas a escasos kilómetros de la capital! de impresión; como también lo fue el panorama que se divisaba del Parque Natural de Tabernas a esa altura: un contraste digno de admiración.
Una vez alcanzada la cumbre, no así el punto más elevado, junto a las antenas repetidoras de televisión, nos detuvimos para observar detenidamente, a vista de pájaro, la bahía de Almería, desde el Cabo de Gata a Punta Sabinal. En esta cara sur de la sierra, unos cientos de metros abajo, lo que queda del ferrocarril de la compañía The Chorrillo Railway Co. Ltd. y que más tarde visitaríamos.
Continuamos el itinerario por la cumbre, ya un camino de tierra en aceptable estado, para dirigirnos directamente al Colativí. Una vez llegamos al cruce con la carretera asfaltada volvimos a aparcar los coches y nos dispusimos a andar un poco para localizar los restos del que quizás sea el plano inclinado motor más largo de España. Además de andar nos tocó saltar y casi rodar por la ladera, pues para llegar a esa zona, no existe camino alguno y hay que sortear la abundante maleza en un terreno bastante inestable. Pero mereció la pena divisar esa enorme rampa en la cara norte de la sierra y las ruinas del castillete en el que se ubicaba uno de los rotores que impulsaba el cable. A diferencia de lo que suele ser en estos planos inclinados (se aprovecha la bajada de la vagoneta cargada para subir la vacía), éste tenía que elevar las vagonetas cargadas y, una vez superada la divisoria, conducirla a través de un pequeño ferrocarril hasta el propio cargadero del cable situado a unos cientos de metros en la cara sur, empleando  como tracción a animales de tiro.
Con algunos arañazos y algún que otro picotazo de avispa, tomamos la antigua explanación de ese pequeño ferrocarril y alcanzamos nuestro objetivo: la estación de carga del cable del Colativí. En una zona de denso arbolado asomaban los restos de las casas de la compañía minera, derrumbes de algún pozo, incluso pilas de mineral de hierro. Se podía apreciar perfectamente el sistema de carga a los calderos que ininterrumpidamente irían llegando a la estación y que se encaminarían hacia Casa Fuerte, en la playa a 18 km. más abajo, en lo que hoy se está convirtiendo en una urbanización de lujo, residencia provisional de los atletas que participen en los Juegos del Mediterráneo de 2005, y que hace casi un siglo recibía el preciado mineral para el embarque en los buques. Unas explicaciones de los expertos nos aclaró bastante el mecanismo de este tipo de transporte por cable, tan extendido por la provincia en la época dorada de la minería.
Y como se nos echaba el tiempo de la encima, aligeramos para desandar lo andado y visitar un coto minero que no estaba en el programa pero que merecía la pena verlo: el coto Laiquez. A través de un laberinto de caminos, el conocedor de su ubicación fue guiando el convoy hasta tropezar con una cadena que nos impedía continuar motorizados. Tomamos “el coche de San Fernando” y, atravesando un paraje desolado y abrasado por el sol de mediodía  que nos recordaba nuestra anterior experiencia del pasado año en Sierra Almagrera, llegamos al coto minero. Un conjunto de viviendas, almacenes, central eléctrica, plano inclinado, lavaderos de minerales, etc. de un sabor a los años 50 del siglo XX, cuando el transporte de los minerales comenzaba a emplear el camión, nos explicó perfectamente los cambios que se produjeron en la explotación de la sierra, ya en plena decadencia, en aquella época. En este caso se trataba de minas de galena argentífera.
A paso apresurado, pues los estómagos reclamaban las viandas que nos esperaban en Turrillas, regresamos hasta donde dejamos el parque móvil y fuimos a comer a dicho pueblo. Una larga y agradable sobremesa para comentar los pormenores de la mañana nos sirvió para relajarnos y recuperar las fuerzas.
Para rematar el día, ya camino de Almería, decidimos hacer una breve visita a lo que queda de las instalaciones del ferrocarril de Sierra Alhamilla, en la cara sur y al pie de los famosos baños termales. Desgraciadamente, el trazado, aún visible, corre serio riesgo de desaparecer por la presión de los invernaderos que no cesan de construir y por el desprecio de una Administración, en este caso la Local, que no cuida su patrimonio industrial y no cree en el desarrollo sostenible del territorio. Una lástima.
A pesar de estos malos augurios, no nos puede quedar un mal sabor de boca después de conocer un poco mejor nuestro pasado, haber disfrutado de unos paisajes llenos de contrastes, de pasar un día con buenos amigos y, por qué no, de buen rollo.

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